La lentitud con la cual progresamos en las virtudes no debe ser motivo de desaliento, porque los hábitos virtuosos son solamente medios y no fin en sí mismos. Está más unido a Dios quien lucha constantemente contra sus pasiones desordenadas, sintiendo pena interior de los mismos y suplicando con humildad ser librado de ellas, que quien aún poseyendo muchas virtudes, no agradece debidamente al Señor.
(C. 88)
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